Día 9 de Diciembre de 1809.

Santoral: noticias del sitio: notícias de Vich del 31 de Octubre, de Moya del 11 de Agosto y de Sevilla del 1º de Septiembre.

Sucesos del sitio.

Durante la noche anterior los enemigos trabajaron en concluir las nuevas baterías, y en dar otra dirección á las troneras de la batería de brecha que tenían establecida en las ruinas de la torre de San Juan, para continuar batiendo el muro más debajo de la primera brecha de Santa Lucía.

Trabajaron también en romper el muro de la torre Gironella al abrigo del blindaje que habían establecido, apesar de que desde la misma torre se arrojaban bombas, granadas, piedras y toda clase de fuegos para incendiar dicho blindaje ó cuando menos retardar el trabajo de la mina que abrían.

La plaza hizo bastante fuego sobre todos los trabajos enemigos, en particular el baluarte de San Francisco de Paula, contra la paralela del campo la Sínia.

Al amanecer la batería apoyada á la casilla del barquero á la orilla izquierda del rio Ter, rompió el fuego con dos cañones de á 12 contra el baluarte de San Pedro y contra el primer retrincheramiento que defendía la brecha de Santa Lucía, batiéndolo de revés, haciendo por tanto imposible la defensa de dichas brechas.

Poco después, la batería de las ruinas de la torre de San Juan, aumentada por su derecha con dos cañones de á 24 y con las demás piezas, empezó á batir el muro de su frente, que descubría desde su retreta, más abajo como queda indicado de la brecha de Santa Lucía, ó sea entre esta brecha y la puerta de Francia.

Todas las baterías del castillo de Montjuich y las establecidas en la trinchera, rompieron el fuego contra las brechas de San Cristóbal y de Alemanes, batiendo la poca artillería que se había podido colocar para sus defensas.

Dos obuses volantes que los enemigos habían colocado al abrigo del margen de un campo, entre el camino de Barcelona y el pueblo de Santa Eugenia, sobre la prolongación de la cara izquierda del baluarte de San Francisco de Paula, tiraron á desmontar la artillería de su flanco y cara derecha, y la del flanco de la derecha en el baluarte de la Merced que defendía la muralla y puerta del Carmen.

El cañón de á 16 del fuerte Calvario, lo habían colocado los enemigos por la noche en la cresta de la brecha. Con él y con el cañón de á 12 del reducto del Cabildo, empezaron á batir de flanco y de revés los retrincheramientos del cuartel de Alemanes, quedando así imposible la defensa de aquellas brechas.

Las fusilerías enemigas de los nuevos apostaderos de la montaña del Condestable, de los inmediatos a la torre Gironella, y la guarnición del reducto de la Ciudad, rompieron un vivo fuego contra dichos retrincheramientos, y contra los baluartes de la Merced y San Francisco de Paula, así como contra la muralla y torre del Carmen, cuyos puntos dominaban desde una buena altura. Así mismo las tropas apostadas en las ruinas del arrabal de la Rutlla y en las casas extramuros de la puerta del Carmen, empezaron un vivo fuego graneado de fusil contra dichos baluartes y contra el puente de San Francisco de Asís.

La artillería de la plaza ya muy inferior á la del enemigo, por las piezas desmontadas ó desfogonadas y por la falta de pólvora, no dejaba sin embargo de corresponder al fuego de los enemigos, y lo mismo toda nuestra fusilería de los puntos batidos y atacados. El fuerte de Condestable hacía mucho fuego sobre los dos reductos, y los de Reina Ana y Capuchinos á los apostaderos de la montaña y á la batería de los dos espresados obuses volantes.

Escojióse también á uno de los militares más decididos y prácticos del terreno y se le hizo salir de la plaza á las primeras horas de este día, con el mismo encargo que se había dado al salido en el día anterior. Se creyó igualmente que por sus especiales condiciones había podido salvar la línea de bloqueo, pero tampoco se notó ninguna de las señales convenidas para anunciar que el ejército de Vich se ponía en marcha para venir á libertar á Gerona.

Ademas de todas las desgracias que caían sobre la infeliz ciudad, se añadía otra no menos sensible. El general Alvarez desde mediados de septiembre venía padeciendo una calentura intermitente, cuya curación se había hecho difícil por las atenciones y trabajos del gobierno de la plaza. En día 27 de noviembre había sido atacado de una fiebre continente gastrico nerviosa, que al tercer día le puso en grave postración, repitiéndole el ataque el día 4 del mismo diciembre. Aunque el general hacía esfuerzos para sobreponerse á su dolencia, la pérdida del fuerte del Calvario y de los reductos del Cabildo y de la Ciudad, le causó tal transtorno, ante la idea de no poder prolongarse más la defensa y tener que rendirse, que el día anterior, ó sea el 8, se exacerbó su enfermedad y tuvo un síncope. Restituído de él, quedó en un subdelirio que padeció toda la noche, diciendo contínuamente, ¡no quiero rendirme! ¡no quiero rendirme!, y hallándose su vida en grave peligro.

Hablando el P. Cúndaro del estado del general Alvarez dice: "Pero con todo eso, yo soy de sentir que la mas lamentable desgracia para Gerona fue haberse agravado bastante la indisposición que padecía, hacía días el invictísimo General, lo que yo no estrañaré hubiese sido por el sentimiento de la pérdida y abandono de unos fuertes, de no ser fácil de socorrer á los otros, y de retardarse el socorro del Principado levantado en masa, que se había acordado en 20 de Noviembre por el Congreso de vocales representantes de todos los corregimientos unidos en Manresa, cuya plausible notícia había recibido S.E. de oficio, como ya llevo dicho, en la noche del 24 al 25 del mismo mes. Quizá el delirio que se dijo á los facultativos haber padecido en la noche del 8, no fue efecto del crecimiento de la fiebre intermitente que le incomodaba, sinó del acaloramiento de su imaginación sumamente viva, que se hallaba altamente impresionada de tantos desagradables objetos, capaces de alterar sus funciones, mayormente si S.E. se rendía alguna vez al descanso del sueó ó se hallaba semi-dormido".

No hemos transcrito el precedente párrafo con la idea de consignar la opinión de un testigo presencial, sinó las impresiones de quien fue uno de los más asiduos defensores de la ciudad. El P. Cúndaro al igual que la mayoría de los que se hallaban encerrados dentro de Gerona, estaba á la sazón enfermo. La expresión de que lo del delirio del general, se dijo á los facultativos, parece indicar como si no les constase á los mismos, y esto no es cierto, pues de haberlo sufrido, certificaron el Dr. Viader y don Juan Nieto Samaniego. Además, éste último, en su Memorial, hablando del estado del general Alvarez dice los siguiente:

"El Excmo. Sr. D. Mariano Alvarez, cuya salud ya había mucho tiempo que estaba en mal estado, aunque no le había obligado á dejar de la mano la difícil y complicada rienda del gobierno, cayó de la fiebre herrática y obstrucciones de vientre que padecía, en una remitente nervosa que ya, hacia el día cuatro de este mes, le puso en peligro.

"Continuó agravándose en todos sus síntomas, como era consiguiente en su lamentable situación, en términos que el día ocho padeció S.E. un subdelirio y en la noche llegó la turbulencia de sus funciones intelectuales, á un delirio bien caracterizado; y la fiebre tomó un incremento que al paso que acrecentó el peligro de S.E., puso en consternación la ciudad y principalmente á las autoridades".

De esta novedad que tanto importaba á la defensa de Gerona, tuvo notícias la junta militar y como no era posible que en momentos tan críticos quedase la defensa sin jefe, el brigadier D. Julian de Bolívar, se puso á ejercer de hecho el cargo de gobernador militar interino. No podía ejercerlo en momentos de mayor angustia.

Apenas tomó el expresado mando, se vió acosado repetidamente por los contínuos partes de los comandantes de los puestos, dándole cuenta de los rápidos progresos de las baterías enemigas, tanto en la nueva brecha, como en los retrincheramientos de las antiguas.

En vista de ello y de la necesidad é importancia de socorrer con algunos víveres á las guarniciones de los fuertes de Condestable, Reina Ana y Capuchinos, cuya comunicación con la plaza estaba del todo interceptada, y en vista también del estado de debilidad de la tropa y vecindario por el horrible hambre que se padecía y por las enfermedades que á todos consumían, hasta el punto que todos los hombres útiles estaban en sus puestos sin poder ser relevados, y no quedando ya trabajadores para las nuevas obras de defensa; creyó D. Julián de Bolívar conveniente oir el dictamen de la junta militar, acerca el resultado de los nuevos ataques, y ver si quedaba algun arbitrio para continuar la defensa, y si había esperanza de que la plaza fuese socorrida.

Reuniéronse todos los vocales de la junta militar entre diez y once de la mañana, sin que fuese necesario exponer el objeto de la reunión, pues á todos les era bien patente y les tenía profundamente aconjogados.

Abierta discusión, ó mejor dicho pedida opinión de los presentes, la dieron conforme á los preceptos legales del arte militar. En consecuencia tomó en primer lugar la palabra el comandante de artillería exponiendo: que los fuegos que defendían las brechas eran batidos, de revés, de flanco y dominados por las nuevas baterías: que las pocas piezas colocadas en estos puntos, serían luego desmontadas, sin que quedase el arbitrio de rehabilitarlas, por la falta de cureñajes; que no le quedaba pólvora ni municiones para un fuego activo de cañón y de mortero; y que la mayor parte de los artilleros estaban en los hospitales, ó convalecientes en los cuarteles, y los demás, que eran muy pocos, se hallaban muy debilitados por el sumo trabajo y falta de alimento, de modo que con ellos apenas podía cubrir los puntos más precisos.

El comandante de ingenieros, manifestó muy detalladamente las nuevas obras de ataque, las que podría construir el enemigo en la montaña después de haberse apoderado de Condestable, contra el débil recinto de aquellos puntos, que carecía de terraplen y estaba al descubierto desde su retreta, sin fuegos de oposición. Esplicó los rápidos progresos de las baterías de brecha, ensanchando mucho más las antiguas, y batiendo de pié el muro de Santa Lucía, un trozo del cual se desplomaría al día siguiente, sin más defensa que el retrincheramiento en la segunda línea, el cual también estaba enfilado por la batería ultimamente construída por el enemigo á la orilla izquierda del Ter, sin que fuese posible hacer una cortadura, en el corto tiempo que se requería, por ser el terreno en aquella parte un puro peñasco. Consignó, además: que no quedaban ya soldados trabajadores para las obras, pues hacía un mes que el mayor general no se los podía dar, por falta que hacían para cubrir los puntos más amenazados: que los trabajadores paisanos que quedaban útiles, eran en corto número: que se habían consumido en las obras de defensa hasta entonces practicadas, todos los sacos á tierra, faginas, salchichones, pipas y barriles, y casi todas las blindas, una parte de las cuales se había quemado en los hornos para cocer el pan de la tropa, por la total falta de leña: y que el trabajo de la mina en la torre Gironella podía el enemigo concluirlo en dos días, y volada esta obra quedarían descubiertos por su espalda los retrincheramientos hechos en las cuadras de Alemanes para defensa de aquellas brechas. Esplicó por último las nuevas obras de defensa hechas detrás de la puerta del Carmen y del baluarte de San Francisco de Paula, contra las baterías de brecha construídas por el enemigo en la paralela del campo de la Sínia, anunciando que dichas baterías romperían el fuego el siguiente día. Terminó el Sr. Minali su informe, proponiendo que en el caso de no poderse mantener la tropa en las defensas de la primera línea, se retirase á la segunda, á las cortaduras de las plazas de San Pedro de Galligans, de la puerta de Francia, del patio del cuartel de Alemanes y á las traversas de las calles.

Los comandantes de los cuerpos que componían la guarnición hicieron presente á la junta: que su tropa estaba muy debilitada por la falta de alimento y muy fatigada del excesivo servicio por la baja de los muchos enfermos y convalecientes, de manera que era de temer que en una acción defensiva para rechazar otro asalto, no podría hacerlo con el mismo vigor, que antes había manifestado.

Estando aun reunida la junta, los comandantes de las brechas y de otros puntos mas amenazados, pidieron al presidente de la misma, que les reforzara con más tropa, pues no tenían la mitad de la que les correspondía. En su vista se pidió al mayor general un estado de la fuerza de la guarnición que podía emplearse en el servicio diario.

Mientras se obtenía este estado la junta deliberó acerca la enfermedad del general Alvarez, mandando comparecer á los facultativos señores Viader y Nieto Samaniego. Afin de que estos pudiesen dar su opinión con toda soltura y sin los inconvenientes de emitirla ante una junta, se comisionó al vocal D. Julián Cufí, canónigo, para que encerrándose en un departamento, lograse averiguar la verdad del caso.

Lo que ocurrió en esta entrevista lo esplicó Nieto Samaniego en los siguientes términos:

"Siguió el general Alvarez con poca remisión la mañana del nueve: en esta misma, la Junta corregimental de Gerona y Figueras reunida, nos hizo comparecer ante sí, en la casa de sus sesiones, á mi compañero el consultor Viader y á mí.

"Entonces un canónigo vocal de la misma junta, habiéndonos introducido en una sala y estando solos los tres á puerta cerrada, anunciando que tenía comisión de la Junta para la presente diligencia y fundando el todo de ella en el bien común de los habitantes y guarnición, no menos que en el de la salud general. Concluido su breve proemio, nos preguntó amistosamente y con la mayor candidez, si el General estaba en estado de continuar su mando ó no.

"Procuramos uno y otro no responder categóricamente, hasta llegar á persuadirnos bien del verdadero objeto de una tan interesante pregunta, y después de alguna contestación, dijo el canónigo que la ilustre Junta y todos los hombres sensatos, temían que en el acaloramiento de la fiebre, mandase el General, tal vez, alguna cosa contraria á sus intenciones, y aun al bien común en nuestra terrible situacion: lo que no seria extraño, pues había delirado la noche anterior: hízonos algunas otras reflexiones sobre este objeto, con todo el aire de celo y candor propio de su carácter sacerdotal; y no obstante, contemplando las gravísimas trascendencias que podía tener nuestra decisión facultativa, en los momentos críticos en que estaba la plaza, exijimos que se nos hiciera esta pregunta con la formalidad de juicio.

"Continuó el canónigo y habiéndonos plenamente convencido de que no era intención de la Junta proceder jurídicamente en este acto y que solo deseaba saber nuestra opinión sobre el citado objeto, tanto por el bien de S.E. como para el conocimiento de esta ilustre asamblea, reduciéndonos á nuestra calidad de médicos y sin llevar nuestras ideas más allá de los límites de nuestra profesión, convenimos ambos en que era evidente que el estado y la salud del General, era incompatible con el mando, y este con el cuidado de su persona y método curativo; con lo que nos retiramos á cosa de la una y media del día".

Mientras tenía lugar esta conferencia reservada, el mayor general mandó por uno de sus ayudantes el estado que le pedía la junta, de la fuerza de la guarnición que podía emplearse en el servicio diario. Minali dice que dicho jefe no pudo entregarlo personalmente, por estar enfermo.

Por el estado remitido se observó, que, 1.500 hombres solamente eran los que había útiles para el servicio de la plaza, ó sea la misma fuerza que componían las guardias de este día. No quedaba por consiguiente, cuerpo alguno de reserva para reforzar los puestos atacados.

A fin de acabar de formar concepto del estado de la plaza, mandose llamar al ministro de la real hacienda, para que emitiese su informe acerca los ramos puestos á su cargo. Habiéndose presentado este funcionario, hizo presente la casi total falta de trigo para poder continuar suministrando á la tropa el cuarterón diariamente: que los comisionados para su recolección entre los habitantes, le habían asegurado que apenas habían podido recojerlo para tres días, habiendo dejado el necesario para igual término á sus dueños: y que no le quedaban arbitrios para la curación de los muchos enfermos, habiéndose consumido todas las medicinas y las drogas que se guardaban, además de la falta total de carne que hacía imposible suministrarles cantidad ninguna de caldo, por cuyos motivos la mayor parte de los enfermos y heridos morían de desfallecimiento.

La junta militar preguntó á los dos vocales de la gubernativa que estaban presentes, ó sean el canónigo D. Julián Cufí y el regidor D. Ramón Vilar, y al vocal de la junta del Principado D. Andrés Oller, si se podía confiar en que la plaza sería á la mayor brevedad socorrida, pues ya estaban enterados de los nuevos esfuerzos que hacían los enemigos para apoderarse de ella, del estado de las obras de defensa y de la poca fuerza de que constaba la guarnición, siendo muy pocos los habitantes útiles para las armas, y habiendo llegado á lo sumo la escasez de víveres y demás objetos de que se había ocupado el ministro de la real hacienda.

Los tres señores interpelados constestaron: que no habían omitido ellos y la junta gubernativa, medio alguno para instruir al capitán general del ejército de Cataluña y á la junta del Principado, del infeliz estado de la plaza: qaue en vista de sus representaciones las juntas de todo el Principado habían elejido comisionados, quienes reunidos en la ciudad de Manresa, habían resuelto y acordado el día 20 de Noviembre á las diez de la noche, levantar toda la Cataluña en masa para contribuir con el ejército de operaciones á socorrerla, antes que se viera precisada á capitular por la falta de víveres: y que se debía esperar que esta determinación tendría el deseado efecto á la mayor brevedad, pues además la junta suprema del reino, había mandado á los capitanes generales de los ejércitos de Valencia y Cataluña, que hicieran todos los esfuerzos posibles para evitar que este punto de tanta importancia cayera en poder de los enemigos.

A todos los presentes en aquella junta, lo mismo que á la guarnición y habitantes tenía desesperados la idea de que no cabía más remedio que rendirse, así es que ante la sombra de esperanza que encerraban las palabras de los vocales de la junta gubernativa y vocal de la superior del Principado, se acordó continuar la defensa del mayor modo posible, disponiendo que el ministro de la real hacienda tuviese pronto un convoy para socorrer con pan y trigo á los fuertes, en la mañana del siguiente día, y que quedasen permanentes en la sala gubernativa, dos jefes de la guarnición, para ausiliar al presidente de la militar, gobernador interino, en aquellas críticas y estremadas circunstancias.

De mucha responsabilidad era este acuerdo, puesto que ante la debilidad de la poca tropa y vecinos que quedaban en aptitud de empuñar las armas, y la imposibilidad de sostener las brechas de Alemanes y Santa Lucía, por estar sus defensas batidas de flanco y de revés, y en su mayor parte destruídas, no cabe duda, que si aquella tarde las hubiese asaltado el enemigo con su numeroso ejército, hubiera podido forzarlas y entrar á sangre y fuego en la ciudad. Sin embargo el acuerdo de la junta obedecía al sentimiento general, pues aun reconociéndose imposible ya la defensa, no querían rendirse los defensores de Gerona.

Dice el P. Cúndaro que sería en esta primera sesión de la junta militar, cuando se acordó enviar un espreso con dos pliegos uno para el general en jefe y otro para la junta del Principado, para que acelerasen por momentos el socorro, siendo elejido el capitan graduado D. Antonio Bivern. Añade que éste avisó al general Alvarez, quien antes de marchar le encargó que instruyese bien al general en jefe y á la junta del Principado de lo ocurrido con la oficialidad descontenta, entregando cierto papel al presidente de dicha junta, prometiéndole que su pecho sería cruzado. Por último, dice el P. Cúndaro, que salió Bivern á la noche y al llegar á la palanca del rio Oñar (1), recibió aviso de volver á la junta, la cual le recojió el papel que le había entregado para el presidente de la del Principado.

Ningun otro autor ni diarista, confirma semejante suceso, que sin duda el P. Cúndaro tomaría de boca de alguno de los que en él se hacen figurar. Aun cuando pudiera haber algo de verdad en el nombramiento de un nuevo comisionado para ir al ejército, presumimos que no habría ni la entrevista de éste con el general Alvarez, ni menos las palabras y actos que con tal motivo se le atribuyen.

Recordará el lector que pusimos en duda las palabras que el P. Cúndaro pone en boca de Alvarez al volver Bivern de la expedición para entrar el pequeño convoy de víveres al Condestable. Tal vez aquellas palabras las atribuyera á Alvarez el mismo que le atribuía también en este día la entrega de cierto papel y los encargos indicados por el P. Cúndaro.

A cosa de las dos y media de aquella tarde, los médicos Viader y Samaniego pasaron a visitar al general Alvarez "y el mal estado de su salud, dice el segundo, nos determinó á prevenir que debía S.E. recibir el Viático, por el fundado recelo que teníamos de que en el crecimiento de la calentura, llegase á perder el uso de la razón y falleciese, como sucedía entonces á los que padecían esta enfermedad". Añade el mismo Samaniego que el general "fue informado de antemano (al recibimiento del Viático) de la diligencia que en orden á su salud había practicado la Junta".

Dice el P. Cúndaro, que una vez acordado el Viático, dos comisionados de la junta se presentaron al alojamiento del general gobernador, para preguntarle si quería resignar el mando, no dándoseles entrada por estar con el confesor, y manifestándoles el general O-Reylli que bien podía la junta militar seguir deliberando con su prediente, que lo era el mismo Bolívar que era quien debía recibir dicho mando. Esto dice el P. Cúndaro, si bien debe observarse, que, conforme hemos visto antes, O-Reylli estaba enfermo según afirma Minali y por este motivo tuvo que mandar por un ayudante el estado de fuerzas de la guarnición que le había pedido la junta.

La hora señalada para el Viático fue la de las cuatro de la tarde. Al ser cerca de ella, el general pidió su uniforme y mandó que le vistiesen con él, y de esta manera recibir la Sagrada Comunión.

A las seis de la misma tarde, viendo que iba á entrarle el crecimiento de la calentura, pero estando aun en pleno juicio, entregó el mando de la plaza, al brigadier, teniente de rey de la misma, D. Julián de Bolívar, con todas sus facultades.

La entrega del mando la hizo el general Alvarez según explica el P. Cúndaro teniendo fijados los ojos en un crucifijo que constantemente tenía sobre una mesa y al que atribuía toda la fortaleza que demostraba en el desempeño de su cargo. Era tal el aprecio, añade dicho autor, que hacía de aquella imagen, que por dos veces repetidas dijo al sacerdote que le visitaba, vueltos los ojos á la misma: "ESte Señor, este Señor, es el que me inspira la firmeza que tengo para la defensa de la plaza".

Alvarez era sumamente devoto, de manera que estando bueno, oía dos veces misa cada día, con gran recogimiento.

El mismo autor, ultimamente citado, comenta los actos que acabamos de esplicar diciendo: "Pocos hubo en la Ciudad, que no estuviesen persuadidos de que la salud del General no estaban tan deteriorada hasta tal estremo, y casi todos creyeron que se le había hecho suministrar el Sagrado Viático, para que pasasen á otras manos las riendas del gobierno, especialmente viendo que se trataba, poco después, de entrar en negociaciones con el enemigo. Este era el sentir general del pueblo y si he de decir lo que siento y no puedo menos que hacerlo, sin hacer violencia á mi genio franco y sencillo y faltar á la sinceridad propia de un escritor desapasionado, creo que no se engañó del todo en su modo de pensar. Parece claro que si el General Alvarez hubiese estado ya en peligro hacia el 4, como dice en su memorial histórico el Sr. Samaniego, á causa de la fiebre herrática y obstrucciones de vientre que S.E. padecía, y en términos que el 8 hubiese ya padecido según dice el citado escritor, un sub-delirio, y en la noche un delirio bien caracterizado; debían los facultativos en cumplimiento de la obligación que les prescriben los Cánones, debían haber prevenido con la disposición de que se le suministrasen los Santos Sacramentos, los tales accidentes y aún la pérdida del uso de la razón, que quizá hubiera podido ser consecuente al delirio caracterizado, una vez que S.E. se hallaba desde el 4 en peligro. En esta suposición ¿quien no ve que los facultativos no debían esperar á que los llamase la Junta, ni observar tantas cautelas y ceremonias como precedieron á la declaración de su dictamen médico? Á más de que yo no sé entender, como hallándose S.E. en peligro desde el 4 pudo ver en el 7, como se lo dijo á Bivern, toda la brillante acción y ataque que dio aquel arrogante oficial al reducto de la Ciudad. Ni me acuerdo tampoco que se hubiese hablado más del delirio, desde que el General enfermo hizo dejación del mando y recibió los Santos Sacramentos. Me acuerdo si de haber leído en cierto escrito, que algunos sugetos fidedignos, oyeron después de la misma boca del doctor D. José Antonio Viader, que no había necesidad de sacramentar al General".

No queremos poner en duda que lo que indica el P. Cúndaro, fuese objeto de algunas conversaciones, que nunca faltan y menos en asuntos como estos y circunstancias tan tremendas como las por que pasaba Gerona. Lo que sí negamos es que fuese verdad. Hay suficientes datos y consideraciones que lo evidencian, y por último no era ciertamente Alvarez hombre para prestarse á dejar el mando, sin estar convencido de que no podía ejercerlo.

A los señores Viader y Samaniego se les exijió certificación de la enfermedad del general Alvarez, y la dieron en los términos siguientes:

"Don Joseph Antonio Viader, Doctor en medicina, médico consultor del exército de Gerona etc., y D. Juan Nieto Samaniego, Doctor en medicina y cirujía médica, consultor de los Reales exércitos, etc.

"Certificamos: que el Excmo. Sr. D. Mariano Alvarez, Teniente General de los Reales exércitos, Gobernador de la plaza de Gerona y Comandante General de la Vanguardia del exército de Cataluña, etc. etc. fue atacado de una calentura intermitente cotidiana, á mediados del mes de septiembre próximo pasado, la qual fué de difícil curación, por no haber permitido á S.E. cuidar de su salud, los gravísimos trabajos que le circundaban. Degeneró esta calentura en herrática, con síntomas de obstrucciones abdominales, que debilitó en extremo la constitución de S.E. y por haberse multiplicado sus gravísimos cuidados y sus fatigas en extremo por las circunstancias del sitio y bombeo de esta plaza, fue atacado S.E., el día 27 de Noviembre próximo pasado de una fiebre continente, gástrico nervosa, que le puso al tercer día en grave postración y de peligro ligero, sin alivio alguno, por la multiplicidad de cuidados que trae consigo el mando en tan duras circunstancias, hasta que el día 8 del corriente se exacerbó de suerte, que tuvo un síncope y restituído de él, quedó en un subdelirio que padeció toda la noche; por lo que visto el gran peligro de su vida, dispusimos que S.E. recibiese los Santos Sacramentos, el día 9, sin haber podido conseguir antes que quisiese exhonerarse, ni siquiera de una mínima parte de sus cuidados y mando, como lo exigía necesariamente su importante salud.

"Y para que conste á los fines que pueda convenir damos la presente. Gerona 10 de Diciembre de 1809.-- Joseph Antonio Viader.-- Doctor Juan Nieto Samaniego".

Terminado este punto, podemos volver á la relación de sucesos del sitio correspondientes al día 9 de diciembre que estamos reseñando.

Por la tarde llegó á Sarriá, viniendo por el camino de La Bisbal, una división enemiga bastante fuerte, compuesta de caballería é infantería. Parte de ella continuó su camino hacia Tayalá, dirijiéndose seguidamente hacia el pueblo de Salt, tomando después el camino de Santa Coloma de Farnés. Otra pequeña división que se hallaba en Palau, se dirijió por la espalda de Montilivi.

A las tres de la tarde se observó suspensión de fuegos en los tres fuertes ocupados aun por nuestras tropas, y en los dos reductos y fuertes del Calvario que se hallaban en poder de los enemigos. Seguidamente se vió que un oficial francés del reducto de la Ciudad pasó á hablar á uno de los nuestros que había salido del Condestable. Esta novedad causó una grande zozobra é hizo sospechar á los defensores de la Ciudad, que se trataba de capitulación por parte de dichos fuertes, pero no fue así, por que luego se continuó el fuego por ambas partes. Lo ocurrido fue que el oficial que salió del reducto de la Ciudad, intimó en nombre del general sitiador al gobernador de los fuertes Condestable y Capuchinos á que se rindieran, diciéndoles: que estando del todo cortada su comunicación con la plaza, debían considerarse como independientes de ella y que si se entregaban no serían tratados como prisioneros de guerra, y de consiguiente después de rendidas las armas se les permitiría pasar al ejército español, ó bien adonde les acomodase. Los gobernadores de los fuertes contestaron, que jamás se separarían de la guarnición de la plaza, queriendo seguir la suerte de ésta, cualquiera que fuese, y si se les permitía enviar un ordenanza á la plaza, darían parte al gobernador de esta determinación. Los enemigos no condescendieron á esto, por lo que, como queda dicho continuó el fuego por ambas partes.

El enemigo siguió durante el día el fuego de todas sus baterías con la mayor actividad.
br> Al anochecer el trozo de muralla de Santa Lucía se hallaba muy maltratado. Las balas habían atravesado el espesor del muro desde la retreta. Casi todo el camino de ronda quedaba destruido. El retrincheramiento que flanqueaba por la espalda la otra brecha, ó sea la antigua, estaba medio arrasado. El campanario de la parroquia de Santa Lucía, desde el cual se observaba el enemigo, era batido por el pié, y en disposición de desplomarse el siguiente día, con lo que sus ruinas cegarían el foso de la cortadura abierta entre la puerta de la iglesia y la casa del cura párroco, desapareciendo así los obstáculos y defensas que antes había de vencer el enemigo, una vez forzada la brecha.

En las brechas de Alemanes era también grandes los estragos causados por las baterías enemigas. Las granadas que rebentaban entre los escombros y tierras, habían estendido y suavizado más las rampas. Las balas habían acabado de demoler los trozos de muro en las cuadras que cubrían el flanco derecho de su retrincheramiento, de manera que la tropa colocada en ellos, se hallaba vista y batida de revés por la fusliería enemiga, apostada en las inmediaciones de la torre Gironella. El cañón de á 8 del torreón existente en el patio del cuartel de Alemanes, que defendía la brecha del cuartel nuevo, estaba casi inservible por los muchos escombros que lo cubrían.

En la brecha de San Cristóbal quedaba igualmente más estendida y rebajada su rampa, y el resto del muro en disposición de desplomarse por la parte interior, cegándose así el foso que se había abierto para su defensa. Además el cañón que la flanqueaba estaba medio desmontado.

En la plaza se continuó el retrincheramiento empezado á la espalda de la puerta de entrada al baluarte de San Francisco de Paula. Se limpiaron las calles inmediatas á las brechas de los muchos escombros que imposibilitaban el paso. De las guarniciones de las brechas fueron muertos y heridos muchos soldados.

Al anochecer los dos jefes de día informaron al gobernador interino de que una parte de la tropa de varios puestos, había acordado reunirse en el baluarte de Figuerola á media noche, forzar su poterna y evadirse de la plaza, vadeando el Ter, debiéndose juntar á ella muchos habitantes de todas clases. "El espresado Gefe, dice Minali, dió las más activas y acertadas disposiciones, para contener este desorden, que hubiera expuesto la Plaza al mayor peligro, quedando las brechas casi abandonadas". Esto obedecía al sentimiento general: todo el mundo estaba convencido de que no podía seistirse más, pero nadie quería rendirse, prefiriendo probar de abrirse paso por las líneas enemigas, sin querer escuchar la consideración de que con esto dejaban abandonados y en una horrible situación á los enfermos, heridos, viejos, niños é imposibilitados, que hubieran sido pasados á cuchillo.

Los partes del general Alvarez dirijidos á la junta de Manresa y al general en jefe, con fechas del 7 y 8, llegaron en este día, llevados por un propio, al campo volante de Portsacreu. Allí los recibió el intrépido domero de Llorá D. José Bertrán, que desde los primeros días del sitio sostenía aquella posición, cien veces atacada por los enemigos, y desde la cual procuraba vigilar continuadamente el estado de Gerona, cuya salvación ansiaba vivamente.

Bertrán se apresuró á mandar dichos pliegos acompañándolos con la siguiente comunicación:

"Excmo. Sr.-- La inmortal Gerona va á acabar los días, como lo verá con los adjuntos oficios que me acaba de remitir el Excmo. Sr. Alvarez y Junta.

"Port Sa Creu 9 de Diciembre de 1809.-- Joseph Bertran, Domero.-- Excmo. Sr. Presidente de la Junta del Principado".

Carta del Mariscal Duque de Castiglione al Ministro de la guerra francés, desde Fornells, con fecha de este día.

"He tenido el honor de anunciar á V.E. que la división italiana se había apoderado del reducto de la Ciudad y la división de la Confederación, del arrabal de la Gironella, en la noche del 6. Con esto veía el enemigo que todas sus comunicaciones quedaban interceptadas. El 7, á las 11 de la mañana la ciudad y los fuertes hicieron una salida general y atacaron con rigor los puestos que habían perdido (2).

"Avisado por la fusliería y por un vivo cañoneo, monté inmediatamente á caballo y pasé á Palau, donde hallé al general de división Pino, quien ya había mandado marchar su reserva sobre el reducto de la Ciudad, que formaba el punto del ataque principal de los insurrectos. Las dos compañías de granaderos del 6º y 2º ligeros italianos que lo defendían, hicieron una resistencia de dos horas superior á todo elogio.

"El general de brigada Amey que se hallaba en posición más debajo de Montjuich, marchó á su frente. El enemigo tomado por sus flancos, se vió obligado á abandonar la empresa, dejando gran número de muertos, y de retirarse en desorden sobre la ciudad. El coronel Eugenio que obraba igualmente sobre las vertientes de los fuertes del Condestable y de los Capuchinos, con una columna italiana, se reunió con la que mandaba el general Amey y se hicieron dueños espontáneamente de los reductos del Calvario y del Cabildo.

"Los soldados de la Confederación y los italianos se han mostrado dignos émulos unos de otros, en la gloria de aquel día hermoso y se han hecho acreedores á la benevolencia de S.M.I. Esta acción abate totalmente el espíritu de los habitantes de Gerona. Hemos hallado en los reductos ocho piezas de artillería con sus municiones; nuestra pérdida es de poca consideración.

"Tengo el honor etc.-- Augereau Duque de Castiglione".

Noticias de Vich.

La guerra civil existente en Vich, entre los generales y el elemento civil, dió por resultado, que en este día el general Blake, fundándose en motivos de salud, dejara el mando del ejército, que recayó en el general Marqués del Portago.

Ni un solo paso se había dado para la salvación de Gerona.


Notas

(1) - Hubiera sido este el punto menos apropósito para salir sin ser descubierto. Tornar al text

(2) - Este ataque fue secundario, pues el verdadero objeto de la salida fue abastecer los fuertes por cuatro días, lo que se logró, pues de lo contrario no hubieran tenido mas recurso que entregarse. Tornar al text


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Dragons. Subtinent del Regiment de Numància. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Dragons. Trompeta del Regiment de la Reina. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Dragons. Dragó del Regiment d'Almansa en uniforme de feina. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Hússars. Oficial d'hússars de Maria Lluïsa. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Hússars. Hússar de Maria Lluïsa en uniforme de gala. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Hússars. Hússar de Maria Lluïsa en uniforme de gala. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Caçadors de cavalleria. Capità en uniforme de passeig. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Hússars. Regiment d'Hússars Espanyols. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Caçadors de cavalleria. Caçador del regimnent Voluntaris de l'Estat en uniforme de parada. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Caçadors de cavalleria. Capità en uniforme de gala. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Caçadors de cavalleria. Caçador en uniforme de caserna. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Caçadors de cavalleria. Caçador. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Reial Cos d'Artilleria. Capità de la Secretaria d'Estat Major de l'Artilleria. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.


Bibliografia.

Extret de "Reseña histórica de los Sitios de Gerona en 1808 y 1809". Emilio Grahit y Papéll, Imprenta y libreria de Paciano Torres, Gerona. 1894.