Artículo publicado en el diario "La Vanguardia", 4 de febrero 2004.

El arte no es nunca invención, sino asunción de la tradición y de la propia memoria personal, para ir un poco más allá del homenaje y para instalarse, con la historia a cuestas, en el territorio de la percepción íntima de todo aquello que ya fue percibido y visto y pintado.

Hace una semana, en el número 84 de "Cultura/s", el pintor gerundense Santiago Roca D. Costa, trazaba una clase magistral de lo que les digo. El artista (por quien siento una admiración entregada y de quien, si recuerdan, pudimos ver una antológica en octubre de 2002, en el Museu d'Història) nos mostraba la lenta evolución que partía del célebre y enorme "Passage du Commerce-Saint André", de Balthus, y acababa en algo así como una interpretación, "un guiño" del propio Roca D. Costa: una nueva calle, ahora sin los personajes de Balthus, que, siendo el mismo "passage" que Balthasar Klossowski pintó en 1952-54, era en realidad una pieza con anclaje, el ejemplo de la fascinación renovada, productiva.

Además de mostrar el lento devenir desde el original a la nueva lectura, una lectura que el propio Balthus ya habia ensayado en versiones de calles parisinas en 1929 y en 1933, Roca D. Costa describía la evolucion personal de su aventura pictórica. En la "Variación documentada sobre una obra de Balthus", no sólo aportaba esbozos, fotografías, proyectos, "documentos", sino que perfilaba la biografía íntima que fundamenta la creación.

Un pintor que escribe no es siempre una garantía, pero en el caso que les cuento, Roca D. Costa construía un imaginario que es una auténtica lección de poética. Nos acercaba a su niñez (con su padre en Paris pintando la ventana del estudio donde Balthus pintaba el "Passage..."), nos hacía partícipes del embrujo de Balthus (con las primeras probaturas, los primeros escarceros, que datan de 1987), comparaba la mítica calle metafísica con el doméstico Carrer de Nord de Girona y, finalmente, después de desnudarse como artista, de enseñar el andamiaje de este largo proceso de (re)construcción, daba con la esencia del mecanismo artístico. No se trata de copiar a los grandes, sino de asumirlos, de robarles el alma para crear almas nuevas, objetos a su vez del deseo del artista futuro. Lo hizo el propio Balthus con Masaccio y Piero Della Francesca. Y lo hace Roca D. Costa en este ejercicio que es sobrecogedor porque evoca el futuro a partir de un pasado que está llegando.

Recuperen el Cultura/s que les digo y guárdenlo en el cajón de lo imprescindible. Hoy hace una semana y algún quiosquero despistado igual aún la conserva.

Josep Maria Fonalleras.

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