Fragmento de Parc Monceau, 1995

La sugestión de la realidad.

Llucià Homs.

Explica Sergio Vila-Sanjuan que Barcelona ha sido una ciudad marcada en términos estéticos por las llamadas vanguardias. Durante muchos años la pintura que contaba era sobretodo la abstracta, con una fuerte influencia de la abstracción matérica de Antoni Tàpies.

A partir de la segunda mitad de los ochenta afloran en la escena artística catalana nuevas formas de pintura realista. Estos nuevos realistas, que a diferencia de los madrileños no forman ningún grupo unitario, tienen muy en cuenta las vanguardias de principios de siglo, la composición cubista, la distribución espacial de la abstracción, la configuración matérica del informalismo...

La pintura de Santi Roca D. Costa deberiamos encuadrarla en este «nuevo realismo», si no fuese porque él, desde sus inicios viene trabajando en esta línea, de tal forma que su discurso no es fruto de una moda de estos últimos años sino de una trayectoria de coherencia y rigor.

Su realidad, no obstante, es una realidad muy particular, porqué solamente la toma com referencia. Hay que ir mas allá de la primera impresión para ver que la utiliza com recurso para una construcción mental propia, donde los elementos aparecen y se eliminan según las necesidades de la composición. Es una realidad muy minuciosa pero replanteada, porqué aparece com una respuesta ideal de lo que seria «su realidad», y crea, en este caso podríamos decir que construye, su propio universo personal.

Un universo mucho más cálido e íntimo de lo que puede parecer, marcado por sus vivencias personales. Hecho que le permite incorporar una carga emocional que se nota en la atmósfera que refleja en su obra y que la hace inconfundible.

Sus pinturas, de calles y jardines solitarios, de interiores solamente insinuados, hablan de soledades, silencios y misterios, de aquellas personas que sin verlas, viven en ellos, y sin estar presentes, lo están.

Roca D. Costa nos habla en clave de sugestión. Entra en el sutil juego de las referencias, de tal forma que quien observa sus pinturas intuye todo un mundo interior, entra en ellass, y abrazado por su atmósfera participa de sus complicidades y insinuaciones, perpetuando el juego del observador. Es éste quien en último término acaba y cierra el círculo del significado de su obra.

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