Día 11 de Diciembre de 1809 y siguientes.

Al amanecer aparecieron muchas armas rotas y tiradas á la calle (1). A las siete de la mañana volvió á la plaza D. Blas de Fournás con la capitulación y los artículos adicionales formados por el general Augereau.

En cumplimiento de lo estipulado, el gobernador interino D. Julián de Bolíbar [sic] envió las oportunas órdenes á los gobernadores de los fuertes de Condestable, Capuchinos y Reina Ana, para que los entregasen á los franceses, y ellos con las guarniciones bajasen á la ciudad. Igualmente pasó la órden á los jefes de los cuerpos, para que le entregaran un estado de fuerzas de cada uno y se formasen con sus tropas en la plaza de las Coles con armas, banderas y caballos. A las ocho la tropa se hallaba reunida en dicho punto.

A las ocho y media entró el mayor general Rey con muchos ayudantes de campo y las guardias de que debían ocupar las puertas del Areny, de Francia y del Socorro (2).

Verificado este acto, el coronel del regimiento de Borbón D. José de la Iglesia, que era el más antiguo de los jefes que debían salir con la guarnición, mandó que la tropa que estaba formada en la plaza de las Coles, desfilara por la puerta del Areny. El ejército francés estaba formado en batalla en el campo, frente al baluarte de San Francisco de Paula, donde en la actualidad existe la calle llamada de Ronda. La guarnición desfiló delante del mismo y depuso las armas, banderas y caballos del escuadrón de San Narciso. Muchos soldados rompieron sus fusiles en el acto de deponerlos. La oficialidad conservó sus espadas, caballos y equipages, y la tropa sus mochilas. Esta se dirigió á Sarriá por el puente de campaña que los enemigos habían colocado sobre el río Ter.

Los comandantes de artillería y de ingenieros, así como otros oficiales, el gobernador interino y varios jefes, se quedaron en la plaza. Los primeros para hacer entrega de los papeles y efectos pertenecientes á sus ramos, para los cual entraron al poco rato en la ciudad el general de brigada Travier, del cuerpo de artillería francesa y el capitán de ingenieros, Solevol.

Al tomar el enemigo posesión de la artillería de la plaza, observaron los franceses que la mayor parte de las piezas estaban desfogonadas por el incesante fuego. En la ciudad y en los tres fuertes, solo se encontraron 100.000 cartuchos de fusil, 65 quintales de pólvora, 2.300 granadas de mano, 60.000 balas rasas y 143 granadas reales. Las balas rasas eran en su mayor parte procedentes de los disparos de las baterías enemigas.

Entró en la plaza un comisario de guerra francés con su oficina, encargándose de todo lo perteneciente al ramo de hacienda.

Después de haber salido la guarnición, entró un regimiento francés perfectamente vestido, cuya oficialidad se alojó en las casas de los habitantes, del mismo modo que lo habían estado los oficiales españoles. Otras tropas habían ya subido má ocupar los fuertes.

El general de brigada Amey, nombrado gobernador de la plaza, mandó colocar una guardia en todas las iglesias, con orden de no dejar entrar en ellas ni á españoles, ni á franceses. Mandó igualmente á los comandantes de las puertas del Areny y del Socorro y demás que se iban abriendo, que no permitiesen entrar en la plaza á ningún soldado de los campamentos inmediatos. Como algunos de ellos se habían introducido por las brechas y cometidos algunos robos, dispuso que patrullase mucha tropa por las calles, arrestando á todo soldado que no fuese de la guarnición. Mandó publicar un bando para que los habitantes entregasen inmediatamente las armas en la casa de juntas, como así lo verificaron los que no las habían roto ó tirado.

Entraron en la población muchos vivanderos franceses con comestibles, vinos y demás artículos que vendieron á precios equitativos.

El comandante de ingenieros pidió trabajadores, con los cuales empezó á abrir la puerta de Francia, arrasando las cortaduras de las calles y cerrando las brechas con paredes de piedra en seco.

A media noche hizo su entrada en la plaza el general Augereau, que llevaba sobre el uniforme de gala, la gran cruz de Carlos III, acompañándole muchos generales, ayudantes de campo y un escuadrón de dragones. Fué á apearse en la casa de D. José de Caramany. El general Alvarez que se hallaba enfermo en la casa de D. José de Pastors, donde había estado alojado durante el sitio, envió luego sus dos ayudantes de campo los tenientes coroneles graduados D. Narciso Rich y D. Felipe Boixons, á cumplimentar al mariscal. Este le envió una guardia de honor que se convirtió en guardia de vista, y un ayudante para cumplimentarle en su nombre.

Si alguno de nuestros lectores pudiera creer, que realmente el ejército libertador se hallaba en marcha hacia Gerona, desengáñese, sabiendo que en este día 11 el nuevo general en jefe Marqués del Portazgo [sic], desde Vich, daba á la imprenta una ardiente proclama, declarando que recién venido á este país, no había podido reconocer los puntos que ocupaba su ejército, ni los del enemigo, pero que el día antes había celebrado una junta de generales y jefes para enterarse del estado de Gerona y acordar su socorro por medio de sus tropas y los somatenes. Resumen: que se tomaba otra vez el acuerdo del día 20 de noviembre anterior.

La guarnición de Gerona que, como hemos visto, salió aquella mañana, pasó la noche en un campo cerca de Mediñá. El 12 durmió en el castillo de San Fernando de Figueras, el 13 en el de Bellagarda y el 14 llegó á Perpiñán, siendo encerrada en los cuarteles, á escepción de la oficialidad que fue alojada en las casas de los habitantes. Compadecidos estos de ver á los defensores de su rey y de su patria, tan extenuados por la falta de alimentos, y admirados de su brillante defensa, se apresuraron á socorrerlos con víveres y prendas de vestuario; pero como en los cuarteles había algunas tabernas ó malos bodegones de cuenta del estado mayor de aquella plaza, las guardias no permitieron que nuestra tropa recibiera tan caritativo socorro.

Desde Gerona á Perpiñán se escaparon unos 150 hombres, de modo que al llegar allí, deducidos los oficiales, solo se contaron 2.783 entre sargentos, tambores, cabos, soldados, músicos y menores de edad é inútiles. De Gerona á Bellagarda murieron 35 hombres porque muchos enfermos y los convalecientes habían abandonado los hospitales para seguir á sus respectivos cuerpos.

Como según lo pactado en la capitulación, la guarnición de Gerona debía ser cangeada, quedó detenida en Perpiñán hasta la resolución del gobierno de Francia. Al cabo de ocho ó nueve días recibió la orden de continuar su marcha hacia la Provenza, menos la oficialidad que fue conducida al departamento de la Borgoña. Unos y otros tuvieron que sufrir la dura suerte de prisioneros de guerra hasta 1814.

Cuatro días después de la capitulación, salió de Gerona para el cuartel general de nuestros ejércitos de operaciones, el capitán del regimiento de Borbón D. Carlos Massiá, con los estados del número de la tropa y de la oficialidad que componían la guarnición de la plaza y una copia de la capitulación. Halló á nuestro ejército en las inmediaciones de Vich y su cuartel general en el pueblo de San Julián de las Ollas. Entregó los indicados documentos al marqués de Portago, quien no le dió contestación alguna; y él en cumplimiento de la palabra de honor que había dado, regresó á Gerona.

El mariscal Augereau nombró corregidor de Gerona á D. Tomás Puig, abogado de Figueras, en cuyo corregimiento venía desempeñando igual cargo por nombramiento de las autoridades francesas. Estas, para premiarle los servicios que tenía prestados á su causa, le dejaron desempeñar á la vez ambos cargos. El Sr. Puig ya en 1808 había sido conducido á Gerona y encerrado en la cárcel, acusado de ser un partidario declarado de los franceses. Pasó después como enfermo al hospital militar con centinela de vista, pero al cabo de algunos días consiguió su libertad gracias á la protección de algunos compañeros de carrera que tenía en Gerona. Pasó á La Bisbal y de allí á Figueras ejerciendo como queda dicho el cargo de corregidor de aquel corregimiento. Su nombramiento para el de Gerona se hizo saber al público por medio de un impreso de fecha 12 de Diciembre, ó sea al día siguiente de la entrada de los franceses. En 13 tomó posesión de su cargo, en la casa consistorial, ante los señores Don Francisco de Delás, D. Buenaventura Quintana y D. Ignacio Gelabert, regidores, D. Vicente Oliva, D. José Sambola y D. Francisco Llach, diputados, y D. Antonio Garrigolas, síndico procurador general.

Esplica Minali que habiendo el Sr. Puig reunido al Ayuntamiento y las juntas gubernativa y económica "pronunció un discurso para persuadirles á que prestaran el juramento de fidelidad al Rey intruso, á la que se vieron precisados á conformarse, empezando este acto exigido por la fuerza, el regidor decano D. Francisco de Delás, y sucesivamente los demás vocales; después de concluído este acto violento, dijo á los dos citadas Juntas: que en nombre del Rey á quien habían jurado, quedaban disueltos".

En el Manuel de acuerdos de la dominación francesa, después del acta de toma de posesión del Sr. Puig de su cargo de regidor, se lee lo siguiente:

"En la Ciudad de Gerona, á los dichos días, mes y año (13 de diciembre) convocados los dichos muy Iltres. Sres. D. Thomas Puig Corregidor de esta Ciudad y de Figueras Presidente, D. Francisco de Delás, D. Buenaventura Quintana, D. Ignacio Gelabert, Regidores, Vicente Oliva, José Sambola, Francisco Llach, Diputados, D. Antonio Garrigolas, Síndico Procurador General, D. Luis Maria Martínez, Abad de la Colegiata de San Feliu, D. Julián Cuffí Canónigo de la Cathedral, D. Vicente Ximénez Canónigo de la misma, D. Ramon Vilar Regidor, D. Francisco Puig y Dorca notario, D. Josef de Caramany, D. Cirilo de Rich, D. Ignacio de Ros del vecindario de las Obras, D. Carlos de Ametller de la villa de Bañolas, Don José Jonama tendero, D. Narciso Diví cordonero, D. Narciso de Burgues y D. Josef de Ferrer, vecinos de esta Ciudad, en la pieza Capitular del muy Iltre. Ayuntamiento, prestaron en mano de dicho muy Iltre. Sr. Presidente, el juramento de fidelidad, á nuestro Augusto Monarca D. Josef Napoleon 1º (que Dios guarde) á la constitución decretada en Bayona y á las Leies del Reyno; de todo lo que por el dicho M.I.S.D. Thomas Puix [sic] fue mandado levantar este Auto, que fecho fue en dicha Ciudad de Gerona, día, mes, año y puesto arriba notados, siendo presentes por testigos, Josef Detrell y Francisco Compta, vecinos de esta Ciudad, para esto llamados y rogados y los dichos Sres. conocidos de mi el infrascrito vicesecretario de dicho M.I. Aiuntamiento lo firmaron de sus propias manos: de que doy fé.-- Ignacio Gelabert.-- Vicente Oliva.-- Francisco Llach.-- Julián Cuffí".

No hay más firmas, ni siquiera la del que debía dar fé, ni la del corregidor Puig.

Después de haber salido la guarnición, fueron saliendo en los días siguientes, los demás jefes y oficiales de todas armas, que se habían quedado en la plaza por motivos especiales, á escepción de algunos que estaban muy enfermos, y otros poquísimos que prestaron juramento al rey intruso entre ellos D. José Lamas, capitán del regimiento de Ultonia.

Dispúsose por las nuevas autoridades que se cantase un solemne Tedeum en la Catedral en acción de gracias por la rendión de Gerona. El Vicario General D. José Pérez de Tobía, al querer entonar el himno, prorrumpió en sollozos. Resulto un acto triste y solitario.

Unos comisarios de la nueva dominación se presentaron en la capilla de San Narciso, abrieron el sepulcro y despojaron al santo de las insignias de generalísimo y de la mayor parte de las alhajas.

Los franceses impusieron á los gerundenses una contribución extraordinaria de un millón de pesetas. Hubo de echarse mano de la plata de los templos destinada al culto. Los vecinos tuvieron que empeñar sus bienes y fincas para pagar una parte de sus cuotas, y al último los mismos franceses hubieron de condonarla en gran parte.

Para atemorizar á los vecinos pusieron una horca en la plaza de las Coles. Las primeras víctimas fueron un anciano cura párroco y dos paisanos.

Todas las famílias llevaban tres y cuatro lutos. La ciudad quedó largos años despoblada. Sus habitantes completamente arruinados. La nobleza y los grandes propietarios huyeron de Gerona y fueron á establecerse en la capital del Principado.

Los defensores de Gerona tenían una palidez característica que tardó mucho tiempo en desaparecer.

El espectáculo que se ofreció á los franceses al entrar en Gerona, no podía ser más triste, á la par que demostraba elocuentemente la decisión que tenían formada de defenderse hasta el último estremo.

Bucher dice á este propósito: "Cuando los franceses hicieron su entrada en Gerona, encontraron bastantes señales que manifestaban, que los sitiados tenian deseo de defenderse: las calles, las brechas, las puertas y todos los puntos amenazados, estaban cubiertos con dos ó tres órdenes de cortaduras; las calles que se dirijían á estos parajes estaban cerradas con traversas; solamente el hambre y la falta de municiones pudo vencer la tenacidad sin igual de los sitiados".

Nieto Samaniego escribe: "las bocas de las calles principales, estaban defendidas por cañones violentos y en las esquinas había parrillas cargadas de leña para iluminar en caso necesario; y aunque se padeció por mucho tiempo grandísima falta de leña, no hubo quien tomase siquiera una astilla de la destinada á tan interesante objeto".

Belmás explica también el estado en que los sitiadores hallaron á Gerona al entrar en ella, en los siguientes términos: "Sería difícil pintar el deplorable estado de aquella desgraciada ciudad. Las calles estaban obstruídas por montones de escombros y de inmundicia. Más de la mitad de las casas estaban desiertas y todas mostraban las señales del bombardeo. Las situadas á lo largo del río Oñar y del Ter aparecían hundidas por las conmociones de la artillería y habían envuelto en las ruinas á sus infelices moradores. Los barrios de San Pedro y de la puerta de Francia habían sido destruídos por las baterías de brecha, el próximo á la torre Gironella está completamente inhabitable y las calles que desde la ciudad baja conducen á él, estaban interceptadas con muchos espaldones para disputar á palmos el terreno en la hipótesis de que llegáramos á tomar el reducto de Alemanes. Veíanse por todas partes techos de casas suspendidos en el aire próximos á hundirse con las ruinas de los muros laterales, pisos solo retenidos por un lado, puertas y ventanas destrozadas. Las bóvedas de los almacenes y de las iglesias estaban taladradas. Un gran número de famílias, cuyas casas habían sido incendiadas ó destruídas por las bombas, yacían en las aceras por no saber donde refugiarse. Si á estos desastres se añade el olor infecto que se exhalaba de todas partes y el cuadro doloroso de miembros esparcidos, de cadáveres desgarrados, abandonados entre los restos de las casas ó medio envueltos en los terraplenes, con cascos de bombas, fusiles rotos, cureñas destrozadas, vestidos ensangrentados, apenas si se podrá formar idea de cómo los españoles, castigados de tantas calamidades, han podido hacer tan larga y pertinaz defensa. Bajo un montón de cadáveres y de ruinas, triste monumento de un heroísmo desgraciado, habían perecido más de diez mil gerundenses ó forasteros y cinco mil doscientos once hombres de la guarnición, y, entre ellos, muchísimos oficiales".

Los franceses no osaron celebrar la rendición de Gerona, con el tono enfático que tenían de costumbre.

"El general Alvarez continuaba enfermo en cama, cuando entraron los franceses en Gerona.

Durante la noche del 21 al 22 de Diciembre fue metido en un coche y conducido á Figueras. Los frailes de Gerona acusados de conspiración le seguían, custodiados todos por soldados franceses. Iban también con ellos el canónigo Ximénez á quien se hacía expiar el delito de haber sido el principal redactor del Diario de Gerona.

Llegaron á Francia, tratados con la mayor desatención. Los frailes sufrieron una emigración durísima hasta la conclusión de la guerra en 1814.

Alvarez llegó á Narbona el día 18 de Enero de 1810, después de sufrir el más duro tratamiento, y de dormir en calabozos y cuadras inmundas.

A la mañana siguiente recibió la orden de regresar á Gerona. Privado de su ayudante y de los criados que hasta entonces le habían acompañado, fue conducido de cárcel en cárcel, como un malhechor, y por último encerrado en una cuadra del castillo de San Fernando de Figueras, donde se le halló muerto al siguiente día de su llegada, ó sea el 22 del mismo mes de Enero. A su cadáver se le dió sepultura desnudo, envuelto sólo en una sábana.

D. Salvio Banchs, capellán que fué del general durante el sitio, explica la muerte del héroe de Gerona, en los siguientes términos:

"Al ver el Emperador que la cpitulación se había contratado con la Junta gubernativa, y no con el general Gobernador, y que por esta circunstancia tan notable en el arte de la guerra, no había rendido la espada, fue tanto su enojo y furor, que dijo que le volviesen á Gerona y desde luego le ahorcasen en medio de la plaza. Temieron á los paisanos... y se dió orden para que detuviesen al general Alvarez en Figueras, y le privasen totalmente de dormir... Colocado que estuvo el caudillo en el calabozo, le pusieron guardia, destinándole un centinela con bayoneta armada á cada lado para que le impidiesen el sueño; y con tanta exactitud lo cumplieron, que al venir el sueño, uno de ellos le acometió con un golpe de bayoneta: con tal herida el paciente se revivía, pero no tardando el sueño en vencerle, el otro centinela le acometía del mismo modo; y así iban alternando en martirizarle, por manera que su cuerpo empezó á padecer continuas convulsiones. Estando en tan deplorable estado entre el sueño, el martirio y la muerte, llegó la hora de mudar la guardia. Entonces el sargento entrante, al ver aquel tan triste espectáculo, aquel martirio tan atróz, se horrorizó con sombra de compasión; y en tono de lastimosa exclamación dijo que no tenía valor para presenciar un cuadro tan horrendo, y que más valía que muriese de una vez. El sargento se fué á buscar un vaso con agua, en que puso veneno, lo llevó al paciente, le dijo que bebiese, bebió; á poquísimo rato las convulsiones se le exaltaron más y más; y en tan amarguísimo estado, dentro de breves instantes rindió el alma al Divino Redentor. Estas causas y muerte violenta son las que, por ser públicas, las he oído decir no pocas veces á distintas personas del Ampurdán y de más allá, de buena fama, honor y verdad...

"Y concluyentemente digo, que lo que he dicho es una verdad; la cual advero si fuese necesario con palabra sacerdotal y mi firma y rúbrica en la ciudad de Lérida, de cuya Santa Iglesia me hallo ser canónigo por los grandes servicios contraídos en el sitio de Gerona".

La relación que acabamos de transcribir del canónigo Banchs, es la misma que aun hoy corre de boca en boca en este país, y oímos en nuestra juventud á cuatos veteranos conocimos de la guerra de la independencia. Ha sido y es la tradición constante é invariable.

La iniquidad de tal martirio, ha motivado que varios autores se negaran á darle crédito, pero todos ó casi todos convienen en que hubo de ser violenta la muerte de Mariano Alvarez.

D. Miguel de Haro que conoció y trató muy de cerca al gobernador de Gerona nos dá del mismo la siguiente descripción:

"Era de estatura mediana, de color moreno, ojos vivos, y una compostura exterior que no daba grande idea de si al que no le observaba de cerca: su talento era mediano, y poca su instrucción; pero tenía un conjunto de apreciables cualidades para el mando, que muy pocos suelen reunir: era caballeroso en su modo de pensar, y muy desinteresado: mandaba siempre por sí, sin que nadie le dominase: oía y consultaba á los gefes de cada ramo, sin permitir que el uno se entrometiese en la incumbencia del otro: dejaba obrar á los gefes subalternos en sus cuerpos con toda libertad y los sostenía con su autoridad: se presentaba con mucha serenidad en los peligros cuando la necesidad lo pedía. Estaba tan empeñado en la defensa de la plaza, que en todo el tiempo que duró el sitio, no hizo cosa, ni habló palabra que no fuese dirijida á infundir constancia y valor á sus tropas; pero la calidad que le distinguia, y que le colocaba esencialmente entre el número de los grandes hombres, es su firmeza de alma, porque poseía esta calidad de los Brutos y de los Catones en un grado eminente. Nunca vaciló en su resolución de defenderse hasta morir, ni manifestó jamás la menor debilidad. Embebido siempre en la idea de inmortalizarse, veía con gusto aumentarse las dificultades y los riesgos, porque suponía con razón que habría tanta mayor gloria en vencerlos. Decía con frecuencia que deseaba fuese la plaza socorrida; pero que se verificase algo tarde para que la guarnición tuviera tiempo de distinguirse. Al principio deseaba que su plazase sostuviese doble tiempo que Zaragoza; y después que se cumplió este plazo, quería que durase cuatro veces más su defensa. Los servicios que inmortalizaron á Palafox en Zaragoza, abrasaban su corazón de un noble deseo de imitarle. En donde la firmeza de los demás se acaba, allí parece principiaba la suya. Cuando le dijeron en los últimos días del sitio que los enemigos penetrarían por el baluarte del Carmen, manifestó mucha complacencia, diciendo: Que ojalá sucediese, para matar cuatro ó cinco mil dentro de la ciudad. Pudiera citar millares de estos rasgos que prueban cuanto apetecía las situaciones apuradas.

"Nunca manifestó compasión, aún cuando vió morirse de hambre millares de hombres. Decía que era los mismo morir en la brecha, que de necesidad; y esta comparación, aunque no era del todo justa, parece que le consolaba. Era lástima que tan buenas cualidades no estuviesen un poco atemperadas con la prudencia, si acaso es posible que caractéres tan fuertes se puedan sujetar á los cautos consejos de la sabiduría. Se puede decir que no cometió más falta que la de no haber sabido decidirse á tomar un partido, cuando á mediados de Noviembre le avisó Blake la imposibilidad de socorrerle. Entonces debió haber salido con su guarnición abandonando la plaza que ya era incapaz de defenderse; pero se obstina en continuar la defensa, acaba con el vecindario, se muere la tropa, á él mismo le cuesta al cabo la vida su tenacidad, y se pierde la plaza. Si hubiese extendido un poco sus ideas, hubiera visto que cuatro mil hombre valerosos y bien disciplinados, con excelentes oficiales, hubieran servido mas al Principado que una plaza demolida en un tiempeo en que tanta falta hacía tropas organizadas. Pero no era dado á su carácter el variar; y si al fin de perdió todo, fue siguiendo la carrera de la gloria y del honor. Merece pues un lugar entre los hombres ilustres, y que su conducta se proponga por modelo á todos los militares, para que aspiren á imitar sus grandes y eminentes virtudes".


Notas

(1) - "Amaneció en fin, dice Nieto Samaniego, el memorable día once de diciembre, y lo primero que se ofreció á la vista, es una gran multitud de toda especie de armas inutilizadas de intento, por los rincones, calles, plazas y portales, muchas arrojadas al río Oñá, otras quemadas, hecho que no obstante que ha de provocar al enemigo, no dudan los heroycos gerundenses practicarle, y ofrecer al sitiador inutilizadas las armas que no ha podido vencer, afin de que no se pueda aprovechar de ellas, y conozcan también la noble arrogancia de un pueblo cuyo dominio debe á las plagas del hambre y mortandad". Tornar al text

(2) - "Un gefe de caballería, dice Nieto Samaniego, se presentó con una gruesa escolta frente y inmediato á la puerta del Areny, mientras que una gran guardia de infantería tomó posesión de ella y colocó seis centinelas donde la guarnición solo tenía una, y dos cañones violentos con mecha encendida en la plaza frente de la puerta, que todavía se conservaban allí el día veinte y seis". Tornar al text


Bibliografia.

Extret de "Reseña histórica de los Sitios de Gerona en 1808 y 1809". Emilio Grahit y Papéll, Imprenta y libreria de Paciano Torres, Gerona. 1894.




Fragment de l'oli de Laureà Barrau La rendició de Girona, segle XIX. Col·lecció particular, Girona.



Fragment de l'oli de Laureà Barrau La rendició de Girona, segle XIX. Col·lecció particular, Girona.



Companyies fixes i Milicies urbanes. Fuseller de les companyies fixes dels presidis menors. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Companyies fixes i Milicies urbanes. Fuseller de les companyies fixes de la costa de Granada. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Reial Cos d'Enginyers. Subtinent amb uniforme d'estiu. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Reial Cos d'Enginyers. Sapador del regiment de sapadors-minadors. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Milicies urbanes. Subtinent de les Companyies de Badajoz. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Milicies urbanes. Tinent de les Companyies d'Alcàntara. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



Cossos locals de seguretat pública i la repressió del contraband. Minyons d'Àlaba. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.


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