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Fires de Sant Narcís de l'any 1950

La inundación de 1843 causó más de cien víctimas

"Por los que el Galligans fiero
sumergiera en su furor
¡misericordia Señor!".

El hecho, lamentable y de triste recuerdo, de cumplirse en estos días el décimo aniversario de la última inundación que ha sufrido nuestra ciudad, y en la cual perdieron su vida unas veinte personas, entre las cuales se contaba el heroico Alférez Huarte, nos dá pie recordar una de las más dolorosas tragedias que ha vivido Gerona con motivo de las frecuentes inundaciones que la han azotado a lo largo de la historia.

Fué en el año 1843, los días 18 y 19 de septiembre.

La situación topográfica de Gerona, la divide en ciudad alta y ciudad baja. Cuatro ríos la cruzan y rodean la parte baja; cuatro ríos que, aunque más que ríos son arroyos tres de ellos, el Oñar, el Güell y el Galligans, apacibles, humildes y silenciosos, y el Ter, más caudaloso son la amenaza constante y el azote que tan inmensos y deplorables perjuicios y tantas víctimas ha ocasionado.

En los días que hemos mencionado, la ciudad se hallaba bajo los efectos de una revolución política, el movimiento centralista. Hacía tres días que el tiempo estaba lluvioso, pero sin causar aumento en el caudal de los ríos.

Don Miguel Ametller, nos dice en una reseña que hace de este aguacero:

"El 17 amaneció con cielo encapotado; el viento de levante no cesaba de acumular en el horizonte densos y opacos nubarrones que descargaron la lluvia a mares durante la mayor parte del día y de la noche".

Estas lluvias, en la mañana del 18, produjeron una avenida en los cuatro ríos, de proporciones imponentes. A las 9 de la mañana, las aguas entraban en la ciudad, después de rotos los paredones de contención. En la Plaza de San Pedro las aguas lograban una altura de 80 centímetros.

A las cuatro de la tarde cesaba la lluvia. Las aguas bajaron de nivel seguidamente y los habitantes de la ciudad pudieron retirarse a descansar sin preocupaciones.

Fotografia del programa. Avenida Generalísimo (actual Rambla de la Llibertat) en la riada de 1940. Foto J. Turón.

Pero entre las nueve y las diez de la noche el cielo encapotóse de modo siniestro. Negras nubes iban apareciendo por levante y soplaba un viento precursor de la tormenta. El barrio de San Pedro parecía un sepulcro. Silencio, oscuridad, calma. Los vecinos dormían profundamente. Mientras, la tempestad iba tendiendo sus negras alas. Pronto el cielo se transforma en un volcán. Rayos abrasadores llevan a todas partes el terrror, el estrago y la ruina. Como si se hubiesen abierto las cataratas del firmamento, una espantosa tromba de agua se desploma sobre las montañas de San Daniel. Los caminos se convierten en arroyos y torrentes, arrastrando árboles y piedras al fondo del valle.

Suenan descargas de fusil que desde diversos puntos disparan los nacionales, que se unen al estruendo de la tormenta. Las campanas de San Félix y la Catedral dejan oir el sonido de sus bronces que tocan a rebato con lúgubres tañidos.

Dos rayos caen en la casa de don Francisco de Asís Font, inmediata a la puerta de la Barca. Las ruinas del edificio, que arrastran consigo un niño de nueve meses, caen a la parte del Oñar. La alarma es general. La gente se sube a los pisos más altos, a los tejados, rompe tabiques y escapa por donde cree puede salvarse, la mayor parte medio desnudos, sin reparar en el agua, en el frío ni en el furor de la tempestad.

El curso del Galligans se halla obstruído junto al fuerte de "Sarracinas", con los troncos de árbol y maleza que las aguas arrastran, lo que da lugar a un embalse inmenso que se forma desde dicho punto a la "Casa de la Barraqueta", distante unos veinticinco minutos de la ciudad.

El muro formado por la maleza parece resistir pero, fatalmente, al dar el reloj la una, el muro cede y al son de la tempestad la inmensa catarata penetra en el barrio de San Pedro. Arrastra el ángulo sur y este del Monasterio del Galligans, rompe las paredes de las Sacristías y entra el agua en la iglesia, inundándola hasta la altura de 4,40 metros y derribando todos los altares. Siguen las aguas su alocado curso, destruyendo cuanto encuentran a su paso. Una manzana de casas situadas a la desembocadura del río, que forma como una isla, la barre materialmente, arrastrando 69 personas que se hallaban en el interior. Una segunda manzana, contigua a aquélla, sigue la misma suerte, y desaparecen entre las ruinas otros doce vecinos.

Veintidós casas quedaron arrasadas entre la Plaza de San Pedro y las calles del Llop y Bellaire y 150 en estado ruinoso en la demarcación de las calles de la Barca, Pou Rodó, San Narciso, Llop, Rosa y Subida de Santa Lucía, amén de otras, numerosísimas, que sufrieron desperfectos de menos consideración.

Centenares de famílias quedaron completamente arruinadas y otras tuvieron que implorar la caridad pública, siendo albergadas en los conventos de Capuchinos y Santo Domingo.

En el reconocimiento practicado por el Juzgado de primera instancia fueron hallados 13 cadáveres, tras asidos a los hierros de las rejas de la morada de don Narciso de Sicars, Juez de 1ª Instancia, que perdió a su esposa doña Ventura de Palau, a sus hijos Melchor, Dolores, Clotilde, Julia, Narciso, Carmen y Juan y a su criada Ana, salvándose el padre por hallarse ausente dela ciudad aquel día. Otros cincuenta y seis cadáveres fueron recogidos en las orillas del río Ter en los pueblos de Campdurá, Celrá, Bordils, Flassá, Mollet, San Jordi Desvalls, Cerviá y Colomés.

A 130 se eleva la relación de muertos y desaparecidos en aquella luctuosa fecha.

La Plaza de San Pedro quedó completamente desconocida, pues su aspecto cambió totalmente. Faltaban dos manzanas de casas, toda la calle de Bellaire, faltaba el paseo y también el puente y las murallas. Y de las casas que habían quedado en pie apenas había una sola que no llevara la huella de la destrucción. Cuadro sombrío y lúgubre al que daba aún más patetismo la faja roja con que estaban señaladas todas las paredes que se aguantaban en pie, como si hubiesen sido rozadas por la turbulenta corriente de un río de sangre.

Este es el trágico balance de una de las inundaciones, seguramente la mayor y más dolorosa, que ha sufrido nuestra ciudad.

Fidel Miranda


Programes de la col·lecció Bruguera-Gudayol de Girona. Somnis Antic

Portada del programa

Fotografia del programa. Riu Onyar - Carrer del Carme. Foto J. Turón.



Postal amb el riu Güell i la Devesa, amb la Catedral al fons
Col·lecció particular. Girona.



  • Les inundacions
    Article sobre la repercusió al llarg de la història de les inundacions a la ciutat de Girona.
  • Fotos de les inundacions
    Imatges antigues de les inundacions a la ciutat al llarg del segle XX.
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